Crítica Rodrigo Gonzalez Martín: Hidden/Oculto

El Adelantado de Segovia (9/6/2015)

«Más allá de lo ficticio que proyectamos, existe una realidad que ocultamos.» Anónimo

Javier Herrero nos muestra 15 fotografías impresas en pigmentos minerales sobre papel RC y enmarcadas con formatos y tamaños específicos para el peculiar y atípico espacio del bar El Ojo, consiguiendo unos resultados muy satisfactorios ante las dificultades del espacio expositivo, por razones arquitectónicas y sobre todo por las muy irregulares condiciones de iluminación de los espacios, aparte de otros muchos ruidos visuales. Tal vez sea unos de los logros de esta pequeña pero interesante exposición, que las obras logren su mayor visibilidad e impacto emocional en unas condiciones extrañas de exposición, logrando que la temática de la exposición se refuerce en un itinerario provocado entre estrecheces y voces ajenas.
Es una exposición temática, vemos imágenes que indagan en un concepto contrapuesto con el propio medio fotográfico: lo invisible. Pero lo invisible sin más no es lo oculto (Hidden), y lo oculto no se convierte en irrelevante por ser secreto, ya que a lo oculto subyace un halo de misterio que al margen de su inaccesibilidad visual o mental le confiere un atractivo irresistible, un valor seductor y magnético imposible de despreciar. La exposición de Javier Herrero nos sugiere una reflexión visual primero, e intelectual después sobre uno de los procesos más fecundos de toda cultura. Son fotografías que exploran, no solo lo que está oculto, a veces ocultado, sino la naturaleza de lo oculto en su compleja y sutil polisemia.
Con frecuencia lo oculto es un secreto mal guardado y que nos incomoda y apenas nos descuidemos tiende a salir. Lo oculto nace de una voluntad tan poderosa como incierta. No hay cosas ocultas, somos nosotros los que las ocultamos, por miopía, ignorancia o interés.
La exposición recoge, en algunas fotografías con verdadero acierto, uno de los retos más determinante de la cultura, el juego entre el velar y el desvelar, entre la verdad y la falsedad, entre la voluntad de ocultar y la voluntad de revelar, de manifestar, ambas igualmente poderosas y eficaces. Pero todo lo oculto conlleva un ropaje de signos que tienta a que asumamos el reto de quitar la máscara al secreto, aunque con frecuencia perdamos como resultado de este atrevimiento el misterio que nos atraía. Porque toda imagen es una máscara que muestra y oculta, que vela, revela y desvela, que reproduce y falsea. Tal vez por eso las fotografías de Javier Herrero no tienen título alguno, forma parte del significado de su ocultamiento.
Las quince fotografías expuestas son otras tantas maneras de representar la complejidad de los procesos de ocultamiento. Lo oculto se disfraza, porque aunque no se vea, se siente en su simulación, y así nos llega, nos inquieta, nos atrae. Toda imagen muestra y oculta, a veces en juegos perceptivos, otras en manipulaciones políticas, otras en indagaciones conceptuales. Recordando a J. Baudrillard, G. Bataille o a M. Foucault, entre tantos, comentemos este juego de representaciones duales entre el ocultar y el manifestar en algunas de las fotografías de Javier Herrero.
«Valla publicitaria» (2012) tapada, pura contradicción en el medio publicitario, tal vez que aún no se deba ver, o ya fue visto y quedó el mensaje agotado, superado.
«Desierto» (2012). La luz ilumina y ciega, desvela y vela, muestra y confunde… las formas se diluyen y surge la duda, la confusión, que apenas nos deja ver el camino que a seguir.
«Cárcel blanca» (2012). Galería de la cárcel de Segovia, con las celdas cerradas y el silencio llenando el vacío. Inquieta el tono blanco que libera el miedo y el frío. Camufla el entorno de cierta asepsia desculpabilizadora. Luz neutra, insensible, al destruir los claroscuros, anula el contraste, la memoria.
«Vegetación en la terraza» (2012), las terrazas son elegantes insinuaciones inaccesibles que por la altura guardan sus secretos que solo intuimos si la vegetación sobrepasa el muro y surge entonces la atracción por lo invisible y la seducción por lo inalcanzable.
«Concentración» (2013). Mesa y silla con personaje sentado de espalda ante una galería acristalada que ilumina al personaje y a la estancia con una determinación culpabilizadora. Lo oculto es interior, a veces se dice, se confiesa. No hay conciencia sin secretos.
«Sillones orejeras ante el balcón» (2012). La ausencia es lo oculto compartido. Los muebles en su silencio ocultan historias, entre sus ganchillos retienen las palabras y sonrisas, dibujan el tejer paciente y hábil de los dedos que ya nunca volverán. Y sin embargo detrás de un sillón sospechamos que alguien pretende reapropiarse de la memoria, dar continuidad a la historia interrumpida.
«Carteles de dirigentes» (2015). Con una sobreabundancia de carteles muy diversos tapamos y vestimos las paredes de una estancia. En su abundancia surge la confusión, hay datos que se ocultan a fuerza de estar sobreexpuestos, la contaminación de mensajes banaliza a los dirigentes. Todo poder es oculto. Incluso la persona que observa se oculta por mimetización en medio de la selva de mensajes y rostros sobreexpuestos.
«Niños jugando» (2012). El juego del ocultarse, del perderse y del buscarse, del imaginarse que uno se hace invisible y gana, y que cuando te encuentran, pierdes. Estoy, no estoy. No me ves, te veo. Lo que me oculta, me protege. No estoy porque no te veo. Problemas de identidad que en los juegos diversos del escondite anticipamos muchos trances de la vida.
Merece la pena ver con calma esta pequeña pero inquietante exposición. Y reconocer que somos tanto como ocultamos, afortunadamente. Javier Herrero presenta la exposición como el fin de la primera parte de esta indagación. Ya esperamos la segunda parte.

Descargar PDF