86 zambrano unturbe

Toda obra parte de un concepto y una apariencia.
En esta instalación, el corpus está representado por la memoria
de un recuerdo, de una presencia: la de María Zambrano. La estética está configurada por la fotografía pictorialista de Jesús Unturbe. Filosofía y poesía. Poesía hecha imagen, formada por luz, pero,
sobre todo, por sombras. Partiendo del retrato de Unturbe llegamos a “refotografiar” estas 86 obras que junto a la obra original forman una sola instalación. No hay 86 fotografías, son todas una.

La iluminación minimalista y la captura tranquila desde el trípode
se vuelven a repetir (casi cien años después). Son exposiciones lentas, previsualizando la luz, sin más artificios que un par de fuentes de luz contínua. Medios y forma similares a los de Unturbe.

Retratos de perfil: no hablamos con ellas, hablamos de ellas,
de su relato y de su historia. Ajenas al observador, nos llevan todas
a una vida de creación y exilio, de lejanía y de humanismo.
Retratos en cierto modo renacentistas, para la constitución de una nueva forma de mirar y de representar el espacio. Momento histórico que nos enseñó a mostrar el mundo con orden. Para componerlo dentro de los cuatro lados de una imagen, a sus límites. Bordes que, lejos de acotar, nos ayudan a protegerla del caos visual que nos desborda.

Fotografiar a las 86 mujeres, alumnas del campus que lleva su nombre, hace que sea consciente de mi subjetividad, de mi individua- lismo. En buscar no solo la mirada de Zambrano y la que su autor moldeó con luz y palabras, sino encontrar también, la mía.
Un fotógrafo no hace retratos sin estar él también retratado en cierta forma. Un retrato es siempre obra del autor, nunca totalmente del modelo. Reflejo de querer ver en el retratado su propia mirada.
De querer ver en ellas, las inquietudes y anhelos de la joven María. Todas miran ahora como María miró.
Posando con una luz tan escasa y a la vez tan sutil.
Una luz fundamental que ojalá nos alumbre a todas y todos de nuevo.